Desde tiempos antiguos, las personas han intentado predecir el clima observando los signos que la naturaleza les ofrece. Los pastores, agricultores y pescadores de antaño no contaban con la tecnología meteorológica que hoy tenemos, por lo que dependían de las señales más sutiles: el comportamiento de los animales, la forma de las nubes, el color del cielo al atardecer, y entre ellas, un fenómeno curioso que aún sigue vivo en la memoria colectiva: las burbujas en los charcos.
Estas burbujas han dado nacimiento a, hoy ya podemos decir, un mito popular que nos indica que: "Si las burbujas aparecen en los charcos durante la lluvia, se dice que la tormenta durará mucho tiempo." Esta frase ha sido transmitida de boca en boca y ha servido durante generaciones como una especie de pronóstico popular. Los ancianos la contaban a los niños, y ellos, a su vez, crecían observando con interés cómo las gotas de lluvia caían pesadamente sobre los charcos, formando burbujas que parecían bailar en la superficie del agua. Con el tiempo, muchos llegaron a creer firmemente que estas burbujas eran un augurio claro de que la lluvia no cesaría pronto.
Actualmente, este saber popular sigue circulando entre nosotros, pero, ¿qué hay detrás de este antiguo saber? ¿Podemos realmente confiar en estas burbujas como un indicador del pronóstico a corto plazo?
En primer lugar, es interesante examinar cómo y por qué se forman estas burbujas. Cuando una gota de lluvia golpea la superficie de un charco, puede atrapar aire bajo el agua. Este aire, encerrado momentáneamente, forma una burbuja. Si la gota es lo suficientemente grande y la velocidad de caída es alta, el impacto es mayor, lo que incrementa la probabilidad de que se formen burbujas.
Las gotas de lluvia deben alcanzar los 3 o 4 milímetros de calibre para lograr la formación de burbujas al caer.
Cuando se trata de burbujas, su tamaño es un factor a considerar: La formación de burbujas suele ser más común cuando las gotas de lluvia son grandes. Estas gotas no son homogéneas; en una lluvia suave, las gotas suelen ser pequeñas, casi como un rocío constante. Sin embargo, en lluvias más intensas o tormentas, las gotas pueden ser considerablemente más grandes y caen con más fuerza, generando esas burbujas tan observadas. Esto se debe a que en las tormentas, las nubes están cargadas con mucha humedad, lo que provoca la formación de gotas de mayor tamaño.
Aquí es donde podría nacer la creencia: si las burbujas aparecen cuando las gotas son grandes, y las gotas grandes están asociadas con lluvias intensas o tormentosas, es fácil ver por qué se pensaría que la presencia de burbujas indica que la lluvia continuará por un tiempo.
Pero no alcanza sólo con eso para explicar el mito, el papel del viento y la presión atmosférica es otro factor a considerar. Durante las tormentas, la presión atmosférica tiende a ser baja, y el viento, más fuerte. Estas condiciones crean un entorno donde las burbujas son más propensas a formarse y durar un poco más en la superficie del agua. El viento, al soplar sobre la superficie de los charcos, ayuda a que las burbujas se mantengan intactas por más tiempo antes de estallar. Además, una presión baja generalmente está asociada con sistemas climáticos más estables que pueden prolongar la lluvia.
El Servicio Meteorológico Nacional también indicó en una publicación en redes sociales que la temperatura del agua también puede influir en la formación de burbujas, ya que la Ley de Chatelier indica que la solubilidad de los gases en los líquidos es inversamente proporcional a la temperatura. Esto quiere decir que cuanto más frío es un líquido, más gases puede incorporar.
El Principio de Le Chatelier puede explicar parte de este mito (SMN).
Los charcos están a una temperatura mayor que la lluvia y al entrar en contacto, estos gases pueden ser son liberados. Tomando esto en cuenta, si hay muchas burbujas podría significar que las gotas que caen están mucho más frías que el agua de los charcos, lo que es un indicio de que continuará el proceso de condensación en las nubes y podría haber más producción de lluvia, de acuerdo a esta información.
Sin embargo, aunque estas condiciones pueden favorecer la formación de burbujas, no son determinantes para predecir la duración de la lluvia. La persistencia de la lluvia, en realidad, depende de factores como la estructura y dinámica de las nubes, los sistemas de presión a gran escala, y la interacción entre diferentes masas de aire. La presencia de burbujas en los charcos no puede proporcionar información sobre estos aspectos fundamentales. En otras palabras, aunque un temporal con gotas grandes y viento pueda generar muchas burbujas y durar más tiempo, no es la causa de la prolongación de la lluvia, sino una coincidencia circunstancial.
Aunque la ciencia niegue muchos saberes populares, nadie podría negar la belleza que tiene observar la lluvia caer.
La relación entre las burbujas en los charcos y la duración de la lluvia es más un reflejo de la necesidad humana de encontrar patrones en la naturaleza que una ciencia exacta. En un mundo donde no se disponía de pronósticos meteorológicos precisos, la observación de fenómenos simples como este proporcionaba a nuestros antepasados una herramienta para anticiparse a los cambios en el clima.
Aunque la ciencia moderna ha desmitificado muchas de estas creencias, lo que no se puede negar es el encanto de estos saberes populares, que nos conectan con la naturaleza de una manera más íntima y observacional. La próxima vez que veamos burbujas en un charco durante una tormenta, quizás no sea necesario preocuparnos demasiado por si la lluvia durará más tiempo, pero siempre podremos sonreír ante la idea de cómo generaciones anteriores observaban ese mismo fenómeno y lo interpretaban a su manera.